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OJRANA, la Policía Secreta de los Zares


En la época zarista, Rusia, como hoy día ocurre, controlaba un vasto territorio que suponía infinidad de dificultades. A los lentos y anquilosados procesos burocráticos se sumó en la última época un poso de descontento que derivó en la revolución popular del año  1917.
Los zares, gobernadores autoritarios y herederos de las antiguas monarquías absolutistas europeas, desde 1721 impusieron un régimen en el que el famoso "Dios salve al zar" era su máxima por encima de reivindicaciones sociales o protagonismos individuales. En los 200 años que duró este Imperio Ruso se vivió un momento cumbre en su ecuador, cuándo en los primeros años del siglo XIX Francia invadió Rusia. La locura expansionista de un megalómano Napoleón Bonaparte se tornó en ceguera ante la insistencia en combatir en el invierno de la estepa rusa, el mayor enemigo de un ejército como un siglo después comprobaría la Wermacht de Adolf Hitler. La Guerra Patriótica, como se llamó la defensa patria en Rusia contra el enemigo francés, unió a un país en torno a su Imperio y en última instancia a su zar. Sin embargo, y con el paso del tiempo, las desigualdades sociales volvieron a asomar junto al hambre y la miseria mientras la clase dirigente ostentaba un lujo fuera de lo racional.

¿Quién mantuvo este Imperio? sin duda alguna la respuesta la tenemos en su admirada Policía Secreta, la Ojrana, que por su nombre evoca una época lejana y espías de película. La eficiencia de la Ojrana superó toda ficción. Nacidos como una rama del Ministerio del Interior Ruso, y abastecida en efectivos por el cuerpo de Gendarmes rusos, su principal objetivo fue proteger a la familia zarista. Pronto también defendieron la estabilidad política del país sofocando, sin piedad alguna, revueltas de anarquistas o socialistas. Las víctimas de la Ojrana al ser capturadas se temían lo peor. Las torturas llevadas a cabo por la policía secreta zarista, en cuanto a crueldad, sólo es comparable a las atrocidades del KGB posteriormente. Si creían conveniente ejecutar a sus prisioneros no se lo pensaban ya que no tenían ningún órgano estatal que controlará sus actos. En otras ocasiones decidían llevarlos, a sus reos, ante los tribunales para que los jueces decidieran la suerte del infortunado. Estos casos sólo existían cuándo causa del delito y sujeto eran de menor importancia o calado socio-político. Si eran culpables y debían cumplir penas, la Ojrana, tenía sus famosos Katorgas en Siberia, dónde el preso trabajaba hasta la extenuación.

Serán tres acciones, en concreto, las que hagan de la Ojrana un modelo a seguir por los servicios secretos que surgieron en el siglo XX. La primera tuvo lugar fuera de Rusia y las otras se produjeron en los últimos días del gobierno zarista en el interior del país. Muchas más se podrían destacar pero sin duda como atractivas, a ojos del investigador, estas tres.

La Ojrana, en su momento de mayor expansión, decidió que los exiliados rusos en Europa podían hacer mucho daño a las instituciones que defendían. Para paliar estos ataques exteriores decidieron enviar agentes por Europa para infiltrarse en movimientos revolucionarios e informar de lo que allí se tratase. Pronto estos agentes de la Ojrana no sólo informaban sino que también actuaban. Recibieron órdenes de provocar revueltas socialistas o anarquistas que desembocaran en un caos total y así dar una horrible imagen de estos movimientos revolucionarios. Entre estos destacó la figura de Pyotr Rachkovsky, emplazado en París fue uno de los agentes de la Ojrana más fieles y efectivos. Consiguió sembrar el horror en la capital francesa en nombre del socialismo provocando un rechazo social hacia esta ideología.
Estos métodos fueron copiados por nazis (Gestapo) y comunistas (KGB) y tras la guerra por la jóven CIA americana.

En territorio ruso también existieron agentes de este tipo: Jacob Zhitomirsky destacó por las amistades que logró; nada más y nada menos que el propio Lenin llegó a colaborar con este agente de la Ojrana creándose entre ambos una atmósfera de camaradería y socialismo que sólo trajo complicaciones al padre de la revolución rusa.
Otro caso como ejemplo de la complejidad alcanzada por esta policía secreta: un sacerdote ortodoxo, el Padre Gapón, inflamó el alma de cientos de obreros (creó la Asamblea de Obreros Industriales rusos)  y marchó junto a ellos el 22 de Enero de 1905 para luchar contra la injusticia zarista. La realidad es que era agente de la Ojrana y provocó el "Domingo sangriento" que acabó en masacre obrera por la Guardia Imperial rusa. Es increíble en primer lugar por la profesión de este agente, sacerdote, el conseguir ofrecer confianza a obreros y campesinos que buscaban refugio, normalmente, en células clandestinas antieclesiásticas pero más aún es el hecho de que vió caer a sus "alumnos engañados" mientras él veía silbar las balas a su lado. La moral humana quedó ese día por los suelos.

Estas acciones contrarrevolucionarias, aún siendo verdaderas tragedias humanas, fueron imitadas en años posteriores por servicios secretos de diversos países. La Ojrana había causado un triste precedente. 

Al final sus miembros fueron asesinados, en su mayoría, por los comunistas cuándo estos llegaron al poder. Sin embargo algunos escaparon del país y se refugiaron en naciones en las que pudieran hacer valer sus capacidades. La Ojrana había muerto, la maldad del hombre se extendía.

A esta Polícia Secreta zarista se le atribuye la autoría de los Protocolos de los sabios de Sión. Pero la realidad es que no se ha podido demostrar aún que este documento saliera de su intrincada red. Estos documentos, que provocaron mucho revuelo en su momento, mostraban un complot de los judíos para conquistar el mundo civilizado. Lo cierto es que la Ojrana no tuvo piedad de la raza judía a la cual consideraba socia del comunismo que intentaba derrocar el Imperio de los zares. Es aquí cuando surge, por primera vez en  la historia, la tesis de la conspiración judeo-masónica-comunista.

Ojrana fue el primer gran servicio secreto contemporáneo. Y sus acciones fueron tan complejas, como hemos visto, que eran capaces de situar en jaque a cualquier contrincante. El fervor y la pasión con que actuaban sus agentes fue envidiado y copiado por los regímenes totalitarios que estaban por llegar en la vieja Europa.