CONTADOR DE VISITAS

TURQUÍA INFINITA



Turquía infinita. Infinita porque si uno se propone recorrer este país se enfrentará a una barbaridad de kilómetros, infinita también porque son innumerables los sitios a visitar e infinita por su herencia en el tiempo y la historia. Desde ese mágico e incomprendido asentamiento pre-neolítico, haciendo frontera con mi amada Siria, llamado Göbleki Tepe (los arqueólogos tienen mucho trabajo aquí ya que la cronología del Neolítico podría ser cambiada. En una época dónde tendría que haber pueblos nómadas, aparece Göbleki Tepe como un mega-santuario o ciudad monumental), pasando por los Imperios Bizantino y Otomano y hasta los tiempos modernos encabezados por Atatürk, Turquía ha tenido un gran protagonismo mundial. Y sino que se lo pregunten al manco más famoso de la Batalla de Lepanto...

Muchos focos de protagonismo a destacar de este país, muchos modelos a seguir por sus vecinos como los Jenízaros: aquellas unidades de infantería únicas en su tiempo en cuánto a devoción y valor, compuestas de cautivos y esclavos en principio y posteriormente por otomanos de diferentes provincias que desde muy pequeños eran apartados de su familia y criados en un ambiente militar férreo, al más puro estilo espartano.

Los Jenízaros eran la guardia de honor del Sultán, aquel gobernante que nos retrotrae a tiempos de gloria para los otomanos y un ligero velo de orientalismo con sus harenes y sus costumbres exóticas. Hasta un Harén llegó una mujer valenciana, de nombre Esther, que según cuenta la tradición se convirtió en la favorita del Sultán gracias a sus artes amatorias.

Un antagonista para los españoles fue Barbarroja, llamado Jeireddín, pero siendo reconocido como "Barbarossa" por los italianos. No es el pirata berberisco ni el emperador germánico pero, sin duda, fue un verdadero martillo para las posesiones del Imperio Español en el Mediterráneo; el Imperio Otomano le debe el control del mar y por ello fue ascendido a Almirante de la armada turca.

Otro Almirante del Imperio Otomano fue Piri Reis, aquel que dibujó en un mapa el contorno de la costa Oriental de América del Sur en 1513 cuándo aún no se había cartografiado el continente americano. Uno de esos misterios en la historia que tan poco gustan en los círculos académicos ortodoxos.

El pueblo turco, venido de las temidas estepas mongoles, ha sido cuna de grandes Ciudades-Estado: en Anatolia o Asia Menor podemos visitar las ruinas de la mítica Troya, la monumental Éfeso o la elevada -por su posición en la montaña- Pérgamo. Por aquí han desfilado, y se dice pronto, griegos, persas, macedonios con el gran Alejandro Magno, romanos, cruzados o árabes entre otros. Que a nadie se le olvide que en esta zona, Anatolia, surge la primera moneda en una ciudad llamada Lidia y además se asentaba uno de los primeros templos curativos o "Asclepeion" del mundo (con la serpiente y el opio como elementos principales).

Más allá del Asia Menor, Turquía sigue fascinando en ciudades como Estambul o regiones cómo la Capadocia; sobre esto hay mucho, y muy bueno, escrito así que me limitaré a afirmar que Estambul es única por esa mezcolanza cultural y ese sincretismo en templos. Capadocia es el desafío de la naturaleza y el hombre al medio . La antigua capital del Imperio Otomano, Bursa, nos enseña esplendor de otros tiempos en Mezquitas, Mausoleos o su Bazar de la Seda pero sobre todo nos deja el curioso detalle de ser la ciudad del primer índice bursátil -derivando del nombre de la ciudad, Bursa-, un índice que hoy día nos asfixia tanto o más que el veneno de una serpiente. 

Posadas caravaneras, o "KervanSaray" para los comerciantes de la Ruta de la Seda, pueden ser visitadas hoy día. Todo un ejercicio mental para nuestra anquilosada forma de viajar es poder sentarse en estas posadas medievales e intentar comprender la motivación de aquellos hombres para atravesar zonas desérticas de Oriente. 

Pamukkale con sus aguas termales, el espectáculo de piedra caliza convirtiendo la zona en un auténtico "castillo blanco" (es el significado de Pamukkale en turco) y las ruinas de la Hierápolis, son un enclave de lo más recomendable por la belleza del blanco en su montaña, el poder regenerador de sus aguas y el esplendor de sus ruinas que son fruto de asentamientos persas, griegos, romanos, selyúcidas, etc...un mosaico de pueblos que podemos extrapolarlo al resto del país. 

En el interior del país, en concreto en la ciudad de Konya, se levanta el mausoleo de Mevlana Rumí. Una personalidad mística para todo el Islam ya que sus enseñanzas como sufí son interpretadas casi como palabra divina. Fundador de la orden de los Derviches Giróvagos, aquellos que dan vueltas sobre sí mismos entrando en trance, y poeta de reconocido prestigio. Su vida y sus enseñanzas deberían ser conocidas en todo el mundo, su transcendencia y su mensaje de amor es tan universal como el mismo Dios que desde las alturas nos contempla a todos los seres humanos. Todo un honor haber conocido su forma de vivir, su legado poético y literato en múltiples cuentos sufíes, la orden monástica de los derviches y, porque no decirlo, haber paseado al lado de su tumba dónde uno contempla un espectáculo de fe y pasión como el que se puede ver en la Lourdes cristiana por ejemplo. 

En definitiva, Turquía es esto y mucho más ya que, como dije al principio, es infinita. Nuestro corazón aún late con fuerza al recordar todo lo visitado, país considerado como la "Puerta de Oriente" nos ofrece un espectáculo visual tan bello cómo la historia que le contempla. 

Para reflexionar una frase, que la gente turca repetía en más de una ocasión, del maestro sufí Mevlana Rumí: "Que seas como apareces y parezcas como eres". No es tan simple la frase como creemos a simple vista...